domingo, 20 de abril de 2008

En el principio fue el deporte

Luis Maria Barrio Murga .

Este aforismo como título por su obviedad. En el principio de los tiempos, o un poco después, cuando el hombre - y la mujer- deja de ser individuo depredador y se organiza transformándose en productor, ahorrador y previsor, descubre y accede al ocio, esto es, a ocupaciones distintas al negocio.
No es todavía una sociedad del ocio, falta mucho, pero aquellos antecesores de nuestra actual y opulenta cultura ya han aprendido a ocupar su escaso tiempo libre representando lo que les es común y cotidiano: la recolección, el pastoreo, la caza, la guerra, la muerte... A estas alturas, el "homo", ya "sapiens", el homo sapiens, esculpe, construye y pinta lo que le es más próximo. Ha descubierto también lo que nosotros llamaríamos arte.
Pero, nos lo dicen los antropólogos, quizás a la par o quizás antes de mutarse en sabio, el hombre - y la mujer- evolucionó a "erectus". esto es, que a su condición de artista va a sumar la de deportista. En su tiempo de ocio, el homo sapiens y erectus, crea, pero también, haciendo de la necesidad virtud, practica ritos de carácter espiritista y escatológico como la danza o el baile, o lo que es lo mismo, practica deporte. Simultáneamente confunde, intencionadamente, ocio y negocio. Vincula el negocio más habitual y próspero de aquella sociedad primitiva, la guerra contra otros sapiens y otras especies (la caza), al ocio del deporte. Para hecer la guerra, y por la cuenta que le tiene, corre, salta y lanza objetos. Inmediatamente, aquel que se entrena y se especializa en estas "artes", pasa a tener un papel preponderante sobre sus semejantes, porque sus habilidades son muy apreciadas y apropiadas para la actividad más lucrativa de aquella comunidad: la guerra de supervivencia.

PETRARCA.

Ahí nos quedamos; sin innovaciones relevantes durante unos cuantos siglos. Torneos y justas medievales continuaron siendo la manifestación de la ocupación más común y rentable de los humanos, siempre la guerra. Un deporte caro, elitista, "noble", sólo al alcance de los privilegiados por cuna y por bolsa, los que verdaderamente disponen de ocio.
Los grupos menos favorecidos siguen otras vías que enriquecen la "oferta deportiva", aunque siempre nutriéndose de imitaciones a lo que es su norma de vida. Los pescadores, los hombres de mar, compiten remando y regateando. Los campesinos practican otras especialidades, las que hoy conocemos como deporte rural: cortan troncos, arrastran y levantan piedras, hacen concursos de arada, de esquileo de ovejas, etc. Entre nosostros, en Galicia, persise la "rapa das bestas"
Luego, en medio, un tiempo que históricamente conocemos como Renacimiento. Si el lector me lo permite, atajo por el periodo, con la socorrida sentencia de que en él, en el Renacimiento, se generaliza o, al menos, se difunde el culto a lo individual y con ello al propio cuerpo. El hombre moderno, el renacentista, busca, por ejemplo el placer de escalar una montaña por la exclusiva satisfacción de alcanzar la cima, reconocerse en el esfuerzo y disfrutar del paisaje. No persigue la derrota del rival. Ha aparecido un nuevo arquetipo humano que sustituye al caballero medieval, el de los retos y justas, por el gentleman. Petrarca, abanderado de este movimiento, lo practica, lo descubre y lo describe magistralmente. Es el primer hombre del que hay testimonio que subió a una montaña para contemplar la naturaleza.. ¿Nos atrevemos a reconocer a Petrarca como fundador del alpinismo y del senderismo?
Llegados a este punto, el deporte incorpora una nueva dimensión. Es un ejercicio placentero, saludable y enriquecedor. Es un medio dirigido a la consecución de un fin, la satisfacción del individuo como tal mediante la práctica de una actividad que no busca el logro de un bien material, de un botín o de la derrota del contrario.

¿EL FIN DEL DEPORTE?

La actividad deportiva se diversifica, se enriquece. Pero la base física para su práctica permanece inalterable. Remar, escalar, o esquilar ovejas requieren un soporte de fuerza, resistencia, agilidad y velocidad que sólo proporcina el ejercicio y la práctica de las modalidades del atletismo, es decir, la práctica de lo que más de primitivo tiene el ser humano.
Quizá se hacía estas consideraciones Albert Camus al confesarnos "Sólamente me siento inocente cuando estoy en el estadio" .Estadio de atletismo, por supuesto. (Los campos de futbol sólo se convierten en estadios, cuando se habilitan para la práctica del atletismo).
Tuvo que ser la Revolución Industrial Británica quien pusiera patas arriba esta ancestral práctica del ocio. Fue la irrupción de "la bolita", que dirá Alfredo Di Estéfano. No porque la inventaran los ingleses, que eso ocurrió mucho antes. Los antiguos egipcios ya la usaban con fines lúdicos. Y los chinos. Y los franceses iniciaros su Revolución en un frontón.
En las campas que rodean las fábricas, en los suburbios de las ciudades industriales, en los espacios públicos y en los patios de los colegios el juego de la "bolita" desplaza al de "pillar" o al de policías y ladrones. El juego masivo del foot-ball, abre expectativas, incalculables entonces, a esta nueva forma de hacer deporte. Porque, ahora ya sí, toma asiento en los diccionarios el término sport. Lo que se practica con ropa de sport, es también sport. De modo que es informal y barata esa nueva forma de ocio. Es popular.
No hay fronteras para el nuevo deporte. Los ingleses lo exportan junto con sus máquinas y capitales para hacer soportable la morriña. Al lado de Riotinto (minas de explotación inglesa) nace el primer club de futbol en España, el Recreativo de Huelva; enseguida, en torno a Bilbao y sus minas y siderurgia con capital inglés, el Athletic Club. Y después el Atletico de Aviación (Madrid) cuando la capital financiera atrae a inversores británicos. Y luego llegan los Sporting. Y los Real, tambien de importación britanica, porque es un honor y una concesión real lucir semejante titulo en el emblema del Club. Ya lo real (de realeza) y lo popular van juntos por obra y gracia del nuevo sport.
A partir de aquí todo se precipita, como ustedes bien saben. De manera que es el comienzo del fin de aquel deporte de nuestro sapiens antecesor y del que hemos hablado con Petrarca y Camus. Y no seré yo quien cuestione este fin o, si quieren, mutación del deporte. ¿Como hacerlo cuando los paises ricos y no tan ricos mantienen un Ministerio de Deportes que, en ocasiones, comparte funciones con el de Cultura para gestionar esa tan primaria y necesaria como lucrativa actividad humana? Pero tengo mis dudas de que Camus se sintiera ahora inocente en un estadio, en un campo o en una vuelta ciclista.

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